Publicado por: Equipo GDigital | martes 4 de noviembre de 2025 | Publicado a las: 11:58
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Mi interés por estudiar el cáncer nació durante mis años como estudiante universitario. En la carrera de Bioquímica comprendí que el cáncer es una enfermedad extraordinariamente compleja, donde confluyen procesos químicos y biológicos, que al desregularse, alteran los mecanismos más fundamentales de la vida.
Me impactó descubrir cómo mínimas alteraciones en el ADN pueden desencadenar transformaciones profundas en todo el organismo.
Más tarde ingresé al programa de Doctorado en Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile. Allí me cautivó el papel de los virus en la formación de tumores, lo que me llevó a desarrollar una tesis doctoral sobre virus oncogénicos.
Esa experiencia me permitió comprender que nuestras células son altamente susceptibles a múltiples factores externos capaces de alterar su equilibrio y transformar una célula sana en una maligna. A partir de entonces, mi interés se amplió hacia los factores ambientales que pueden influir en la aparición y progresión del cáncer.
Actualmente lidero un proyecto Fondecyt de Iniciación en la Universidad de Tarapacá, donde, junto a mi equipo, investigamos cómo ciertos compuestos químicos presentes en el ambiente, entre ellos los pesticidas, pueden alterar el comportamiento de las células tumorales. Entre los compuestos que estudiamos destaca el glifosato, uno de los herbicidas más utilizados a nivel mundial.
El glifosato fue descubierto hace más de 50 años por su capacidad para inhibir el crecimiento de plantas, bacterias y hongos. Mas tarde, su uso se masificó con la introducción de cultivos genéticamente modificados. Durante décadas fue considerado seguro, hasta que investigaciones independientes comenzaron a señalar posibles efectos adversos sobre la salud humana.
En 2015, la organización mundial de la salud, lo clasificó como “probablemente cancerígeno”, lo que desencadenó un intenso debate científico, político y social que persiste hasta hoy. En nuestro laboratorio utilizamos modelos in vitro de cultivos celulares para estudiar cómo el glifosato puede alterar los mecanismos que regulan el comportamiento de las células cancerígenas. Nuestros resultados muestran que la exposición prolongada a este compuesto provoca cambios en las células tumorales que las hacen más resistentes a los medicamentos usados en la quimioterapia.
Además, favorece la formación de estructuras tridimensionales que imitan el crecimiento de los tumores humanos. Estos hallazgos sugieren que, tras la exposición a glifosato, las células malignas comienzan a comportarse como células madre cancerígenas, un tipo de célula especialmente resistente y responsable tanto de la recurrencia como de la agresividad de muchos cánceres, incluido el cáncer de mama.
En términos simples, el glifosato parece “reprogramar” a las células tumorales, haciéndolas más fuertes y difíciles de eliminar con los tratamientos convencionales.
Hacer ciencia desde una región extrema como Arica presenta desafíos logísticos y estructurales importantes. Los altos costos de transporte, las demoras en la llegada de insumos y la limitada disponibilidad de equipamiento especializado hacen que cada experimento requiera una planificación minuciosa y un esfuerzo adicional.
Sin embargo, estas dificultades también estimulan la creatividad y la colaboración entre grupos de investigación. En los últimos años, la Universidad de Tarapacá ha avanzado significativamente en el fortalecimiento de sus capacidades científicas, incorporando equipamiento de alta tecnología, modernizando sus laboratorios, apoyando a investigadores jóvenes y fomentando proyectos de investigación competitivos.
Aun así, persiste una brecha con los grandes centros del país, lo que refuerza la necesidad de seguir invirtiendo en infraestructura científica que consolide la investigación de frontera desde el extremo norte de Chile.
A pesar de las dificultades, estoy convencido de que la ciencia hecha en regiones tiene un valor propio. Desde el desierto más árido del mundo, seguimos demostrando que es posible generar conocimiento de frontera, abordar problemas locales con impacto global y construir una investigación comprometida con el territorio y su gente.