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Las abejas chilenas y el desafío de exportar vida

Publicado por: Equipo GDigital | martes 7 de octubre de 2025 | Publicado a las: 06:08

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Por Juan Velozo, director Centro Tecnológico de Recursos Vegetales de la Universidad Mayor y Ciencia e Innovación para el Futuro

Desde hace más de una década me dedico a estudiar la relación íntima entre las plantas y los polinizadores.

La polinización es la base invisible que sostiene gran parte de la biodiversidad terrestre y, por extensión, la producción de alimentos que llega a nuestras mesas.

Sin embargo, pocas veces dimensionamos lo que significa que un insecto tan pequeño como la abeja pueda definir el destino de industrias completas y, en última instancia, de comunidades humanas.

La Apis mellifera, de origen europeo, fue introducida en Chile en 1844. Bernardo O’Higgins, como me gusta recordar en tono anecdótico, jamás conoció una colmena en nuestro país. Desde entonces, esta especie ha sido domesticada y adaptada a las condiciones locales, generando una tradición apícola que se desarrolla sobre todo en el marco de la agricultura familiar campesina.

En Chile no existen grandes corporaciones de la apicultura: son familias, muchas veces personas mayores, quienes mantienen viva esta actividad.

Ellos producen miel, prestan servicios de polinización y, en menor medida, comercializan material biológico: reinas y núcleos de abejas.

Pero la miel, aunque deliciosa y con propiedades nutracéuticas comprobadas, tiene un problema de mercado. Los chilenos consumimos muy poca. Se exporta la mayor parte, con bajo valor, y el servicio de polinización queda invisibilizado frente a la gran industria frutícola.

Sin embargo, existe un tercer camino, poco explorado hasta hace algunos años, que hoy se ha vuelto estratégico: la exportación de abejas vivas.

En el hemisferio norte, los últimos años cada invierno, se pierden entre el 40% y el 55% de las poblaciones de abejas debido a una combinación de factores: plagas como el Varroa destructor, enfermedades virales, uso intensivo de pesticidas, cambio climático y contaminación.

Estados Unidos, por ejemplo, perdió el 55.1% de sus colmenas en el periodo 2023-2024 un récord histórico. Cada temporada, apicultores de Canadá, Europa y Norteamérica deben reponer millones de colonias para sostener la producción de miel y la polinización de cultivos, clave para la agricultura global.

Y aquí es donde Chile aparece en el mapa global. Nuestra condición de isla biogeográfica, protegida por el desierto al norte, la cordillera al este, el Pacífico al oeste y los hielos patagónicos al sur, nos ha permitido mantener una sanidad natural privilegiada.

Mientras otros países sufren las devastadoras consecuencias de plagas y enfermedades, nosotros contamos con poblaciones limpias y con un clima mediterráneo que favorece la producción de material biológico.

Hoy, Chile es uno de los seis lugares del mundo capaces de exportar abejas a contra temporada, junto con Australia, Nueva Zelanda, Italia, Hawaii y California.

Representamos apenas el 6% de ese mercado global, pero nuestro potencial es mucho mayor. Canadá concentra actualmente el 97% de nuestras exportaciones de reinas y paquetes de abejas, y cada envío significa superar un enorme desafío: trasladar organismos vivos, a 14.000 kilómetros de distancia, asegurando que lleguen sanos y listos para enfrentar climas extremos.

En el Centro Tecnológico de Recursos Vegetales de la Universidad Mayor, nos propusimos abordar precisamente ese reto: cómo innovar en el transporte de abejas para garantizar su viabilidad y abrir nuevas oportunidades de negocio para nuestros apicultores. Porque no se trata solo de una cuestión logística, sino de la posibilidad de convertir a Chile en un exportador de vida, de material genético de alto valor capaz de responder a la crisis mundial de la polinización.

Para lograrlo, trabajamos en tres frentes: la genética, para asegurar poblaciones adaptables y productivas; la sanidad, garantizando que nuestros paquetes lleguen libres de plagas; y la tecnología de transporte, utilizando desde sistemas de refrigeración hasta inteligencia artificial para monitorear el viaje.

No es un camino fácil, pero creemos que Chile tiene la capacidad de multiplicar su participación en este mercado, pasar del 6% actual al 12% en el corto plazo, e incluso alcanzar un 30% en los próximos años.

No es un desafío menor. Implica profesionalizar la apicultura, incorporar jóvenes al oficio, fortalecer la asociatividad y pensar en la actividad apícola no solo como una tradición rural, sino como una industria tecnológica y exportadora.

En tiempos de crisis climática, cuando la pérdida de polinizadores amenaza la seguridad alimentaria global, Chile tiene la oportunidad única de transformarse en una incubadora de abejas para el mundo.

Esa es nuestra apuesta: mirar a las abejas no solo como productoras de miel, sino como el corazón de un modelo innovador que conecta ciencia, agricultura familiar y comercio internacional.

Porque cuando exportamos una reina o un paquete de abejas, no enviamos solo un insecto. Enviamos la posibilidad de que millones de flores en otra latitud se conviertan en frutos, que miles de familias puedan sostener su economía y que el ciclo de la vida, iniciado hace millones de años entre flores y polinizadores, continúe floreciendo.


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