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No todos son lo mismo: Diferenciemos antes de condenar

Publicado por: Equipo GDigital | martes 7 de octubre de 2025 | Publicado a las: 13:09

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Por Carlos Fco Reyes Reyes, presidente Agrupación Apapachos.

Quienes trabajamos día a día con personas en situación de calle sabemos que “la calle” no es un concepto homogéneo. No todas las personas que vemos durmiendo bajo un techo improvisado comparten la misma historia, la misma forma de vida ni los mismos códigos.

Existe una diferencia fundamental entre una persona en situación de calle histórica y lo que llamamos “de calle transitoria”. Los históricos son quienes llevan años habitando la calle, muchas veces en un mismo sector, construyendo vínculos, rutinas y una convivencia mínima basada en respeto mutuo. Son quienes reconocen a las agrupaciones que los visitamos y que, a pesar de su dura realidad, mantienen códigos que evitan la violencia innecesaria.

En cambio, los transitorios suelen ser personas que llegan y se van: algunos recién salidos de la cárcel, otros que delinquen de forma activa, o que pasan las noches en consumo y descontrol, sin formar parte de las comunidades que visitamos. Y aquí está el punto clave: estos grupos no representan a las personas históricas de calle, pero muchas veces son los que protagonizan los hechos violentos que luego la sociedad atribuye a “los de la calle” sin matices.

La muerte de Orlando lo demuestra. Orlando no era un desconocido para nosotros: era un histórico, un amigo, un rostro presente en nuestras rutas, un hombre con una historia dura, pero con respeto hacia quienes lo rodeaban. Fue asesinado por dos personas transitorias, ajenas a nuestra comunidad, cuyo paso por la calle estuvo marcado por la violencia y el delito.

Es injusto y peligroso que la sociedad meta a todos en el mismo saco. Esa mirada superficial solo aumenta el estigma, el miedo y el rechazo hacia quienes, aun en la vulnerabilidad más extrema, no son violentos ni peligrosos. La calle tiene sus propias reglas, y la mayoría de los históricos saben convivir bajo ellas.

Si seguimos mirando desde la distancia y sin distinguir, seguiremos condenando a inocentes por los actos de quienes ni siquiera son parte de sus vidas. Orlando merece que contemos su historia con verdad: no como un número más de la violencia urbana, sino como un hombre que, pese a su realidad, supo mantener la dignidad hasta el final.


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